La EM es una enfermedad neurológica de por vida que puede ser variable y crear incertidumbre en la vida cotidiana de quienes la padecen. Es importante tener una perspectiva positiva para llevar una vida sana y para aprovechar al máximo los aspectos físicos, emocionales, sociales y espirituales de la salud. Aunque por el momento no hay cura para la EM, existe la esperanza de que las personas puedan encontrar su propia manera de convivir con la enfermedad e intentar vivir de manera saludable.

Decidir mantener un estilo de vida saludable o mantener hábitos saludables es una elección de cada persona. Este concepto de elección es especialmente relevante para las personas con EM, que a menudo sienten que tienen poco control sobre la enfermedad. La dieta, el ejercicio, la gestión del estrés, los viajes, las actividades de ocio y las actividades de promoción de la salud son todos aspectos de la vida sana que, hasta cierto punto, están bajo el control del individuo.

Aunque no se ha demostrado que ninguna dieta en particular afecte al proceso de la enfermedad en la EM, los alimentos son el combustible del cuerpo y proporcionan energía. Una dieta equilibrada, baja en grasas y rica en fibra, puede ayudar a estabilizar el peso y mejorar la salud intestinal.

Suplementos

Los suplementos dietéticos como las multivitaminas con minerales, el calcio y la vitamina D, no deben sustituir a la ingesta de alimentos adecuada, pero pueden ser útiles. Hay que animar a las personas con EM a que consulten con su médico o enfermero antes de tomar vitaminas, minerales o suplementos de hierbas para garantizar la seguridad y la compatibilidad con los medicamentos tradicionales ya recetados.

Es importante que las personas con EM hagan ejercicio de forma habitual por varias razones. Mejora la salud cardiovascular, ayuda a mejorar la fuerza y la resistencia, y es un factor para estabilizar el estado de ánimo. El ejercicio puede ayudar a aliviar la fatiga relacionada con la EM y controlar la espasticidad.

La terapia acuática (también conocida como hidroterapia) puede ser muy útil en el caso de la EM porque permite un entrenamiento aeróbico mientras mantiene la temperatura corporal baja. Otras rutinas de ejercicio útiles son los estiramientos y los ejercicios aeróbicos de bajo impacto, combinados con entrenamiento de fuerza con pesas ligeras. Las personas que padecen EM deben consultar a su médico o enfermero(a) qué tipo de ejercicio deben hacer y es posible que necesiten consultar con un fisioterapeuta antes de iniciar un programa de ejercicios.

Hacer frente al estrés puede ser difícil. El estrés hace que la mayoría de las personas se sientan mal, pero los enfermos de EM pueden experimentar el estrés de forma que sus síntomas empeoren. El estrés puede aumentar la temperatura corporal. Las personas que padecen EM tienden a sentirse más fatigadas, o a tener un empeoramiento temporal de otros síntomas, cuando su temperatura corporal es elevada. Aliviar el estrés puede ser tan fácil como respirar profundamente, visualizar un recuerdo agradable, emprender técnicas de relajación o disfrutar de un pasatiempo o afición favoritos.

Algunas personas con EM se ocupan muy bien de su enfermedad, pero se olvidan de los otros aspectos de su salud que requieren atención. Los reconocimientos regulares realizados por un médico de atención primaria pueden incluir un cardiograma y el control de los niveles de glucosa, triglicéridos y colesterol en la sangre. Las mujeres deben someterse de forma regular a pruebas de frotis cervical, exámenes de mama y estudios de densidad ósea.