Existe un interés cada vez mayor sobre el papel de las bacterias intestinales en los trastornos inflamatorios como la EM. Las bacterias intestinales (que también se conocen como nuestra microbiota) desempeñan un papel decisivo en nuestro tubo digestivo, ayudando a digerir los alimentos y produciendo sustancias químicas beneficiosas para el organismo. Sin embargo, esto puede que solo sea la punta del iceberg y que, por tanto, la imagen completa y compleja del papel que las bacterias intestinales desempeñan tan solo se esté empezando a conocer.

En el pasado se ha demostrado que existen posibles diferencias entre las bacterias intestinales de las personas con y sin EM. Actualmente, dos grupos de colaboradores han publicado sendos estudios en la prestigiosa revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias —disponibles aquí y aquí— que han revelado más información acerca de la relación existente entre las bacterias intestinales y la EM.

El primero de los estudios, dirigido por Hartmut Wekerle en el Instituto de Neurobiología Max Planck de Alemania, examinó a 34 parejas de gemelos idénticos, en las cuales uno tenía EM y el otro no. Al comparar las bacterias intestinales de los gemelos, no pudieron identificar diferencias claras entre hermanos. De hecho, se identificaron diferencias más importantes entre familias distintas que entre cada par de gemelos, lo que pone de relieve la fuerte influencia que la dieta y la geografía ejercen sobre nuestras bacterias intestinales.

Sin embargo, cuando los investigadores tomaron muestras de las bacterias intestinales de 5 parejas de gemelos (en las que uno tenía EM y el otro no) y las trasplantaron a ratones con predisposición a padecer una enfermedad similar a la EM, hallaron que un mayor número de ratones que habían recibido las bacterias intestinales del gemelo con EM contraían una enfermedad como la EM. No obstante, es importante señalar que el hecho de recibir bacterias intestinales del gemelo sano no impedía la aparición de la EM.

Los científicos también observaron cómo las bacterias intestinales afectaban al sistema inmunitario de estos ratones. No detectaron ninguna diferencia en el número de tipos diferentes de células inmunitarias. Sin embargo, los ratones con bacterias intestinales de personas con EM mostraron unos niveles más bajos de una sustancia que se produce en las células del sistema inmunitario llamada IL-10. Se sabe que la IL-10 tiene distintas finalidades reguladoras «calmantes» en el sistema inmunitario.

Estos resultados indican que existen algunas diferencias en las bacterias intestinales de las personas con EM, y que estas bacterias pueden afectar al sistema inmunitario de tal manera que se favorezca una inflamación similar a la producida por la EM.

En el segundo estudio llevado a cabo por Sergio Baranzini en la Universidad de California en San Francisco se examinaron las bacterias intestinales de 71 personas con EM y 71 personas sin EM. En el estudio se revelaron unos resultados similares a los del grupo alemán; sin embargo, también descubrieron un par de familias de bacterias específicas que estaban alteradas en las personas con EM.

A continuación, se expusieron las células inmunitarias sanas, cultivadas en tubo de ensayo, a muestras extraídas de estos tipos de bacterias más comunes en personas con EM. Esto provocó un aumento de los tipos de células inmunitarias que producen inflamación y una disminución de las células responsables de debilitar el sistema inmunitario.

Al igual que en el estudio alemán, los científicos trasplantaron las bacterias intestinales de las personas con o sin EM a ratones que tenían una enfermedad parecida a la EM, y descubrieron que las bacterias de las personas con EM agravaban la enfermedad.

Estos estudios proporcionan pruebas de que pueden existir pequeñas diferencias en las bacterias intestinales de personas con y sin EM. También aportan pruebas de que estas diferencias pueden afectar al sistema inmunitario de ratones hasta el grado de influir en la gravedad de la EM.

Todavía existen algunas diferencias entre los resultados de estos dos estudios, que se tendrán que resolver por medio de otras investigaciones. Si bien existe un gran interés en cómo podemos manipular nuestra microbiota intestinal para el tratamiento o prevención de la enfermedad, esta investigación indica que todavía nos queda un largo camino por recorrer antes de llegar a tener una visión completa sobre cómo nuestra microbiota puede afectar a la EM, y cómo podríamos utilizar esos conocimientos para el tratamiento de la EM.