La EM se caracteriza por dos fenómenos clínicos: recaídas y progresión.

La progresión puede ser evidente desde el inicio o tras una fase recurrente-remitente. La evolución progresiva de la enfermedad se refiere a la acumulación de daño neurológico sin periodo alguno de recaída.

En un estudio reciente llevado a cabo con personas afectadas por la EM progresiva, los autores exploran los factores que influyen sobre la tasa de acumulación de discapacidad una vez que los pacientes entran en la fase progresiva. Específicamente, estudiaron el efecto de las recaídas clínicas antes o después del inicio de la fase progresiva.

Los investigadores registraron a 101 personas con EM progresiva en la Clínica Mayo de Minnesota, en 1992, 2002 y 2010. El estudio incluyó únicamente a pacientes progresivos con más de 20 años de seguimiento.

La intervención

La frecuencia de las recaídas declaradas que se produjeron tras el inicio de la EM progresiva fue mayor de la esperada. Únicamente el tres por ciento de pacientes con EM primaria progresiva tuvo recaídas tras el inicio de la fase progresiva, mientras que el 30 por ciento de los pacientes con EM secundaria progresiva tuvo recaídas.

Estos hallazgos sugieren que los pacientes con EM secundaria progresiva que están sufriendo recaídas pueden beneficiarse de las terapias inmunomoduladoras a largo plazo tras el inicio de la EM progresiva.

Dicho estudio también sugiere que el tratamiento inmunomodulador es más probable que beneficie a pacientes menores de 55 años, o en un plazo de cinco años desde el inicio de la enfermedad progresiva. Por lo tanto, la intervención a la hora de prevenir las recaídas post-progresión sería más eficaz en este periodo de tiempo.

En general, este estudio sugiere la personalización de decisiones sobre la continuación o interrupción del tratamiento tras el inicio de la EM progresiva tanto en función del individuo como de la necesidad.

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